03 Jul La evaluación del rendimiento. El eterno retorno
La evaluación del rendimiento sigue siendo la asignatura pendiente de las Administraciones públicas. Después de meses de teletrabajo y de confinamiento, donde hemos podido visualizar cómo muchas entidades han debido afrontar la tramitación electrónica de una forma generalizada, es el momento de analizar cómo ha ido y si vemos necesidad de incorporar mejoras. Y, en caso afirmativo, es hora de volver a retomar viejos pero al mismo tiempo (aunque pueda parecer una paradoja) novedosos proyectos en la transformación digital
El más destacado es el de la evaluación del rendimiento. En la mayoría de entidades, sobre todo en las de ámbito local, este objetivo está mucho más lejos que hace años. ¿Por qué?. Porque las prisas por disponer de una tramitación electrónica han hecho abandonar la gestión en base a indicadores. Pongamos un ejemplo claro. En muchas Administraciones, es imposible dar una respuesta a una pregunta tan básica como es la de cuánto se tarda en tramitar un procedimiento. Y lo es porque todos los expedientes de la plataforma comparten el mismo flujograma (cuando lo hay) y su tramitación depende única y exclusivamente de la voluntad y conocimiento del usuario que está tramitando cada expediente. Por tanto, los expedientes de una u otra tipología se desencadenan uno después de otro haciendo imposible cualquier medición. Y no sólo esto sino que expedientes de un mismo procedimiento puede que se tramiten de forma diferente en función de la experiencia del que los esté gestionando.
Y con relación a los datos, más de lo mismo. En esta carrera de velocidad y no de fondo, también hemos dejado atrás la gestión del dato. Y sin este parámetro, ya podemos tener modernísimos sistemas de análisis y ya podemos hablar del big data, que si la base no es solvente no podremos construir sobre ella para apuntalar la transformación digital.
Es verdad que todo esto ha tenido un por qué. Han sido años donde se ha lanzado a las entidades públicas a una carrera contrarreloj para poder llegar al expediente electrónico y poder cumplir con la normativa pero una vez ahí, ¿creemos que hemos llegado al final del camino o es simplemente este estadio en el que estamos un punto de partida para poder ir a nuevas fases de transformación? Yo soy más de esta segunda posición. Creo que no hay que conformarse y creo también que hay mucho espacio de mejora.
La evaluación del rendimiento va pareja a una gestión electrónica moderna ya que permite no sólo conocer qué se hace sino realizar su medición y evaluar el resultado con el consiguiente efecto en la productividad. No es un proyecto fácil ni simple e implica mucho compromiso de todos los actores (políticos, gestores, sindicatos, empleados públicos…) pero es el camino a seguir si verdaderamente se quiere disponer de una Administración eficaz. Hay que ser conscientes, también, de que si éste es el destino, lo primero que hay que hacer es trabajar en la base (que es la propia gestión) introduciendo, poco a poco, parámetros básicos de medición.
Por tanto, hay que volver a retomar los viejos conceptos y ponerlos en valor: gestión en base a indicadores, evaluación del rendimiento y darles un baño con las tecnologías que hoy tenemos a nuestra disposición (inteligencia artificial, blockchain, big data). Lo viejo y lo nuevo combinados con criterio para la Administración del futuro.